
De algodón, de hilo, lisas, estampadas, más grandes, más pequeñas… pero todas ellas con una misma función: limpiarnos cualquier resto de comida o bebida que nos haya podido quedar en los labios mientras comemos.
El uso de la servilleta se convierte en un gesto más que cotidiano pero, eso sí, con sus propias normas básicas de protocolo (especialmente si se trata de una comida o cena un poco más formal). Éstas son algunas de las más importantes:
- En cuanto a su presentación en la mesa, recordamos que la servilleta se puede colocar bien encima del plato o bien a los lados de éste pero nunca dentro de las copas.
- La podemos plegar en forma rectangular o triangular (mejor olvidarse de los ‘plegados artísticos’) y si tiene algún bordado, poner éste hacia arriba.
- Es preferible presentar las servilletas solas (el servilletero quedará reducido al ámbito más informal o familiar).
- Cuando empecemos a comer debemos cogerla de la mesa, desplegarla suavemente y colocárnosla sobre las piernas.
- Sólo la utilizaremos en los momentos debidos; es decir, antes y después de beber, ya que de esta manera evitamos que se ensucien las copas, y para limpiarnos de cualquier mancha o resto de comida. Nunca para limpiar una copa o un cubierto (y mucho menos, claro está, para secarse el sudor, sonarse la nariz, etc).
- Nunca se coloca al cuello, como una babero. Esto solamente se permitirá en el caso de los niños.
- Tras la comida, llega la otra gran duda: ¿qué hacemos con ella cuando hemos terminado? Mucha gente la dobla y la coloca a la derecha del plato, sin embargo esto puede inducir a error y hacer pensar que la servilleta no se ha usado durante toda la comida. Por eso, lo más correcto es cogerla y dejarla tal cual, es decir un poco arrugada, a la derecha del plato. Eso sí, deberemos fijarnos y colocarla por el lado que menos la hayamos ensuciado (también actuaremos así en caso de que durante la comida debamos hacer cualquier pausa que requiera nuestra ausencia de la mesa).
Ya sea de trigo, avena, centeno o cualquier otro cereal, el pan es el alimento de origen vegetal más consumido en el mundo, habiéndose convertido en base de la alimentación en decenas de países y culturas. Su uso más frecuente es como ‘acompañante’ de prácticamente todos los platos. De hecho, hay incluso quienes no ‘saben’ comer sin pan. Tan presente está en nuestras mesas que hasta cuenta con normas de protocolo propias. Te resumimos algunas de las más importantes:

- El pan se coloca en la parte izquierda de nuestro plato, más o menos a la altura de las copas, sobre un platito auxiliar. Conviene que sea de una pieza.
- Se trocea con los dedos, no con el cuchillo. Se irá troceando a medida que lo vamos comiendo. No resulta educado llevarse a la boca trozos de pan demasiado grandes. Por supuesto, jamás se tomará a mordiscos.
- Tampoco es correcto toquetearlo o jugar con él (pellizcarlo, hacer migas…).
- Aunque la salsa que nos han servido sea deliciosa es preferible evitar mojar el pan en ella. Sólo en caso de mucha confianza se pone un pedazo de pan en el tenedor y se unta discretamente. No resulta demasiado elegante dejar el plato totalmente limpio.
- Si no queremos alguna parte del pan (una corteza muy tostada, la miga, etc) debemos separar esta parte y dejarla a un lado del platillo del pan, nunca encima de la mesa.
- Con los postres no se tomará pan. Únicamente con los quesos y compotas muy almibaradas.
- El pan que se ha mojado o ha empujado un alimento se debe comer, o al menos dejarlo a un lado del plato, pero nunca volverá a la mesa.
*Fuente, Hola Cocina.